La idea se le ocurrió a Rob Thompson en la costa de Cornualles, en el suroeste de Inglaterra. Al contemplar las abultadas bolsas de basura que él y sus amigos habían recogido en una cala remota, y luego los kayaks de plástico que habían utilizado para llegar hasta allí, Thompson experimentó lo que él llama "un momento Eureka".
Este entusiasta buceador había organizado limpiezas durante años, ayudando a retirar toneladas de plástico del fondo marino y de playas remotas como esta. Tanto, de hecho, que no sabía qué hacer con todo. No le parecía bien tirarlo a la basura, y su primera idea (reciclar el plástico del océano para fabricar juguetes de playa y frisbees) tenía un defecto fatal. “Seguimos encontrando esas cosas en las playas cuando hacíamos nuestras limpiezas”, dice. “No quería hacer algo que se convirtiera en parte del problema”.
La clave era convertir la basura en algo que la gente atesorara, y ahí es donde entran en juego los kayaks. “Llegamos al final de la limpieza y teníamos nuestras bolsas llenas de plástico y los kayaks junto a ellas y pensé: '¡Ah, eso es todo!' En realidad podemos hacer Kayaks del plástico que recogemos y luego los usamos para salir y recuperar más plástico marino”.
Thompson me lo cuenta por Skype. Está sentado en la mesada de su cocina, que también es la sede mundial de su startup unipersonal, Odyssey Innovations. Parece un joven Richard Branson, con una amplia sonrisa y el pelo largo y rubio, pero es un conservacionista, no un magnate de los negocios. “Nunca me puse a escribir un plan de negocios”, admite.
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